jueves, 23 de septiembre de 2010

Ignición

Ignición

Ese beso, ínfima llama de fuego infinito,
encendió tus ojos, incendió mis manos,
quemó los cuerpos, liberó las almas.

Esta llama, que llama a tus labios,
que lleva tu nombre: se llama deseo,
ardiente de ti, impaciente por ti.

Esa llama que llama,
Ese fuego que incendia,
Ese beso... infinito.


Místico sur IV



Místico sur IV "El fin de la búsqueda"

"!Eureka¡"
(Arquímides)

Esperaba reponer mis fuerzas viajando de noche en el camión, sin embargo el trayecto fue muy corto y el cansancio era mucho, apenas pude despabilarme para bajar a la central, enseguida con ciertos trabajos tomé mi equipaje, sentía los hombros molidos y los pies hinchados por el esfuerzo físico del día anterior, sin duda alguna necesitaba un lugar seguro dónde descansar y reponer fuerzas. En vano intente dormir en las bancas de la central que son incomodísimas, desesperado y un poco mareado salí del lugar, lo primero que vi, en la acera de enfrente, fue el palacio de justicia de Campeche, un edificio de sobrio estilo colonial y aunque comenzaba a amanecer, aún continuaban prendidos los faroles redondos que iluminaban la calle.

Vi a un guardia y le pregunté sobre algún lugar recomendable para hospedarme, me recomendó buscar algo cerca de la central, porque aparentemente ahí estaba lo mejor.

-Esque si se va a la zona turística todo es mucho más caro- me dijo.

Caminé hacia los alrededores y toqué en todos los hoteles, hostales y casas de huéspedes que vi en las cercanías, la mayoría estaban cerrados y los que no me pedían desalojar a las 6 de la tarde de ese mismo día, cada vez que recibía una negativa la mochila me pesaba más y aumentaba mi dolor de cabeza, conforme se hacía más clara la mañana donde mis únicos compañeros de calle eran algunos perros, comenzaron a transitar unos cuantos automóviles, estaba muy desesperado y sólo pensaba en descansar, vi un baldío y se me ocurrió poner ahí la tienda de campaña, luego lo pensé dos veces porque el lugar no se veía muy seguro, fue entonces fue cuando decidí hacer algo inusual en mi y seguí mi intuición, crucé la calle y tomé el primer autobús que pasó, así, completamente al azar, batallé un poco para caber por la puerta con todas mis cosas pero ya tomando el asiento me sentí mejor. El autobús continuó derecho por todo el boulevard hasta que este topó en otra calle y dio vuelta a la derecha, de pronto vi a mi izquierda la famosa muralla de Campeche, aquella construída en el siglo XVII para evitar las continuas invasiones de los piratas, ingléses, holándeses y franceses que hostigaban las colonías de la corona española, el camión siguió hasta dar la vuelta en un mercado y se detuvo, con trabajos baje del camión y fui directo a la muralla.

Al cruzarla grata fue mi sorpresa, estaba en el casco antigüo de la ciudad, con sólo cruzar la muralla había viajado tres siglos hacía atras, el amanecer que estaba completo y el clima fresco, remataban la escena, el lugar era pintorescamente mexicano, las casas estilo colonial poseían un colorido maravilloso, distintos tonos pastel cubrían sus paredes de adobe intactas, creando un armoniozo contraste entre los colores vivos y las calles solitarias, adornadas con un empedrado circular, todo estaba en perfecta simetría. Caminé dos cuadras y me encontré con un viejecito de rostro amigable, vestía con un pantalón café, camisa blanca y un sombrero de palma. Le pregunté sobre algún hotel cercano y me indicó el camino, por segunda vez preferí seguir mi intuición y caminé al lado contrario, a dos cuadras observé un letrero con la inscripción: “hotel colonial”. Justo junto a la entrada había una placa que decía que esa finca había sido la casa de un gobernador del estado de Yucatán (Cuando toda la península era una sola entidad). Abrí la puerta y amablemente recibí los buenos días, me atendió un señor de edad avanzada, el precio era igual que el de los hoteles de la central, con la diferencia de que la habitación tenía aire acondicionado, baño completo y el lugar era muy agradable, además la habitación podría entregarla hasta el día siguiente, definitivamente era el lugar que esperaba, el señor tomó la llave y me condujo por unas escaleras a mi habitación, el hotel por dentro incluyendo las paredes estaban cubiertas por un bonito mosaico verde pastel muy claro, antes de llegar a mi habitación, pasamos por una sala, perfecta para leer, la finca por demás era agradable, y considerando que en un par de semanas sólo había dormido en playas, tiendas de campaña, camiones y centrales de autobuses, aquello en ese momento me parecía toda una suite presidencial.

Ya en la habitación me sentí como en casa, me di el tiempo necesario para instalarme y después caí muerto en la cama por casi toda la mañana. Una vez despierto tomé un baño y salí a conocer la ciudad, no sin antes comer y falsificar una boleta de calificaciones para que me hicieran válido el descuento de estudiantes en los autobuses.

El centro histórico es bellísimo, tiene un estilo colonial de lo más pintoresco que yo haya visto. Primeramente fui a visitar la muralla, de la cual para mi desencanto, ha sido derribada en varias partes. Caminar entre los baluartes me recordó mucho a Toledo, obviamente sin las construcciones muzárabes y medievales, y lo más curioso es que como era el único turista me dijeron que paseará por la muralla todo el tiempo que quisiera, mientras tanto cerrarían la puerta y cuando quisiera bajar tendría que hacer sonar la campana que utilizaban en tiempos de antaño como alarma contra invasiones.

Pasé el resto de la tarde conociendo el resto de las atracciones turísticas, entre ellas una exposición de fotografía y pintura sobre las transformaciones del centro histórico, me sorprendió ver que hasta los años 50 la muralla estuvo al borde del mar y posteriormente construyeron un malecón bastante amplio para el tráfico efectivo de automóviles. Visité una de las torres de la muralla convertida en jardín botánico, con un estanque al estilo japonés justo en medio, se respiraba mucha tranquilidad ahí. Entre otras cosas visité la biblioteca donde había una exposición de documentos y libros históricos sobre la península de Yucatán.

Cuando el atardecer comenzaba apenas a oscurecer el cielo, paseaba junto a un antiguo templo encomendado a San José y una señora me preguntó sobre el nombre de la iglesia a lo que respondí: Yucatán. La señora me miró extrañada y seguido me pidió que le tomará unas fotos con su esposo. Lo que dije a la señora fue irónico, pues el nombre de la península precisamente significa: “no soy de aquí” y fue lo que respondió un indígena foráneo cuando los primeros colonizadores españoles le preguntaron sobre la forma de llamar a aquel sitio. Tal vez fue una broma demasiado intelectual y aunque yo sabía que no la entendería, ese día estaba de tan buen humor que quería disfrutar de las cosas a mi manera.

Ya entrada la noche fui a un espectáculo de luces que dan en la “puerta de tierra” en dónde narran la historia y el desarrollo de la ciudad de Campeche desde los primeros mayas que poblaron el lugar. Terminado el espectáculo, regresé a la plaza principal y miré las cartas de los restaurantes para probar algún platillo típico. Satisfecho por mi día, después de cenar fui al hotel por mi guitarra y sin algún rumbo planeado terminé caminando en el malecón, crucé la calle y me senté en la pequeña barda de contención que bordea el océano, recordé el día de la tormenta en Zipolite y quizé probar la misma formula de dejar los pesamientos a un lado y sólo observar, respire hondo y simplemente vi lo que tenía enfrente, ese instante fue maravilloso, ante mis ojos, estaba una vez más el mar, pero ahora lucía tan apacible, sin olas, parecía una extensión del cielo apenas dividida en el horizonte, casi imperceptible, el viento soplaba ligero y tenía aroma a sal, me inunde de una serenidad que no había sentido en toda mi vida, todo estaba en equilibrio, en ese instante me sentí pleno.

Dejé pasar un rato hasta que decidí regresar, nuevamente pase el malecón, crucé la puerta de mar y regresé a la plaza principal, en todo el sitio sólo había una pareja que observaba a su hijo jugar con unos muñecos en el kiosco, me senté en una banca y de rato se marcharon. La vista de la plaza de noche es hermosa, a mi espalda estaba la biblioteca con sus arcos simétricos de medio punto que sostienen a forma de marquesina la segunda planta, a la izquierda, la catedral pintada sencillamente de blanco, al rededor las jardíneras, todo estaba iluminado con luces de neón, con esa luz ámbar que da la sensación de antigüedad, a mi modo de ver, de trascendencia, incluso el clima era perfecto, era como si el silencio de la plaza me permitiera escuchar los sonidos más recónditos de mi alma, todos ellos en armonía, fue ahí cuando me di cuenta de que mi búsqueda había terminado, ya no había cabos sueltos, había hecho las paces con la vida y sobretodo conmigo mismo, todo conflicto había desaparecido, ya no tenía resentimientos, me sentía profundamente reconfortado y satisfecho, ahora podría continuar con la siguiente etapa y ver al porvenir, deje caer los hombros, respiré lo más profundo que pude, saque mi guitarra y ahí en medio del silencio de la plaza solitaria, di un concierto sólo para mi, en verdad ese día, toque directo del corazón al aire.

Místico sur III




Místico sur III "Un día pleno".

-Ten cuidado con tus pies frodo, es muy lindo dar un paso y hecharte a andar, pero si no tienes cuidado te llevaran a lugares extraños y desconocidos-
Bilbo Bolson (J.R.R Tolkien)


Cuando desperté, me encontraba todavía en el autobús, tenía los oídos inflamados por el cambio de clima y me sentía incomodo porque el asiento era muy pequeño, no obstante olvidé las molestias cuando abrí la cortinilla, hacía unos minutos acababa de amanecer, la carretera bordeaba kilómetros de selva que eran empapados por el suave rocío de la mañana y al pie del camino, durante un buen tramo, había sencillas cabañitas de madera que remataban el paisaje. Adoro la sensación de viajar en carretera sobretodo cuando uno se concentra en el camino, porque todo siempre es cambiante y esta en movimiento. Hicimos varias escalas mismas que el camionero anunciaba con una voz fuerte, después de un rato llegó mi turno de bajar, el conductor dijo repetidas veces: Palenque, llegamos a Palenque.

Lo primero que hice fue buscar la paquetería para deshacerme de mi cuantioso y pesado equipaje, una ciudad maya abandonada en la selva me estaba esperando, pero para mi disgusto, me atendió una mujer mal encarada que me pedía diez pesos por hora y por cada bulto que dejará, en pocas palabras me salía más barato pagar dos noches de hotel que guardar mis maletas en la central de la ADO. Tratando de no perder el buen ánimo, precavidamente me formé para comprar los boletos de mi siguiente destino y el colmo fue que ahora la taquillera también mal encarada se negaba a darme el descuento de estudiantes en el pasaje porque según ella, mi credencial no era una credencial sino una tarjeta de crédito, intente ser civilizado y persuadirla en vano, ahora sí como diría mi padre: “no rebuznaba porque no daba el tono”.

Iracundo, por no decir encabronado, salí de la estación esperando ver algunas pirámides y centros ceremoniales pero no había indicios de nada, en eso le pregunté al primer señor que iba pasando:

-Oiga disculpe, ¿y las pirámides?
-Ah sí mira, tienes que tomar unos camioncitos que pasan por aquí y te llevan hasta allá, es todo derecho por esa carretera.
-Ah ok muchas gracias.

Pensé para mi mismo que era una cosa ridícula, todos en ese pueblo querían cobrar de todo y por todo, entonces vi un letrero que decía que la zona Arqueológica estaba a 9 km. En ese momento muy probablemente resultado de mi enojo, me sentí todo un viajero temerario y me dije a mi mismo: ¿Qué tanto son 9 km para mi que me encanta caminar?. Grave error.

Aquí el pequeño detalle es que mi equipaje era muy pesado: una mochila de campamento que según la báscula de la central del D.F. pesaba 25 kilos, una guitarra y una mochila pequeña con los artículos de valor. Me puse el repelente para insectos y emprendí mi marcha, caminando por un costado de la carretera.

Llevaría caminando unos 25 minutos cuando a mi izquierda, enfrente de donde yo caminaba, había una casa enorme y tenía el portón abierto, lo primero que pensé fue, de seguro es de algún narco y acto seguido como obra del karma, salieron corriendo un par de perros rod wailer enormes con unos ladridos que más bien parecián rugidos, detuvieron su carrera justo al borde del camino y gruñián pelandome los colmillos, intente encontrar alguna salida a la situación pero no había mucho que pudiera hacer contra dos perros, tiré la mochila, agarre un par de piedras y asustado me quedé parado esperando, para mi fortuna salió corriendo un señor con una gorra roja y agarró a un perro lo del collar y lo jalo, les gritó enérgicamente que fueran para adentro, los perros ladraron un par de veces más, dieron media vuelta y se fueron de la misma forma en que llegaron, con una sonrisa pálida y muy sincera le di las gracias al domador de bestias y me dijo:

-Disculpa es que no están acostumbrados a que pase mucha gente caminando, lo bueno es que me di cuenta por el escándalo.

Terminó de decir eso y salio un perrito faldero blanco que ladraba mientras movía la cola, lo mire temerariamente, tomé mi mochila y reemprendí la marcha.

La caminata era cansada por lo pesado de la mochila, me lastimaba mucho los hombros que es donde va casi todo el peso, después de varios kilómetros pensé detenerme a descansar pero alcancé a divisar a lo lejos la entrada al parque, no voy a negar que me emocioné y apresuré el paso.

Al llegar a la entrada me fije le pedí un boleto al guardia :

-No joven, se tiene que formar.
-¿Cómo?, ni modo que me forme con los carros.
-Esque tiene que respetar el orden.

Los dos nos reímos y me dio el boleto, nuevamente le volví a preguntar por las pirámides y me dijo que apenas ahí era la entrada al parque, que la zona Arqueológica estaba a tres kilómetros de la entrada, y que probablemente podría dejar mis cosas en el museo, que estaba más cerca, a poco más de un kilómetro de ahí.

Con todo un espíritu emprendedor y deportivo (resérvense sus comentarios) me propuse llegar hasta donde tuviera que dejar la mochila sin quitármela de la espalda. Caminé prácticamente en línea recta hasta llegar al museo en donde me informaron que ahí no guardaban nada, que probablemente tendría más suerte al llegar a la zona Arqueológica, salí del parque y me di cuenta de que los últimos dos kilómetros eran de subida y aunque sea difícil de creer, para algunas personas el orgullo y los retos son como las espinacas para Popeye. La subida fue de lo más pesado porque aparte el clima era muy húmedo, a media subida me detuve para recargarme en un árbol y tomar aire pero escuché unos ruidos extraños de entre los árboles que no hicieron sino aumentar mi brío y continué mi caminata con las fuerzas que me quedaban, debo admitir que era un poco desmoralizante ver como los demás turistas pasaban en diversos transportes mientras se abanicaban el calor del rostro, pero en fin, llegué a la entrada de la zona Arqueológica y gustoso me di cuenta que por 20 pesos podría dejar todo mi equipaje hasta las 6 de la tarde. Dejé las cosas muy entusiasmado y entré al parque.

No tardaron en abordarme los guías de turistas, muy variados por cierto, desde adultos hasta niños nativos de las cercanías, después de un rato y escuchar propuestas, me di cuenta que realmente para lo único que era necesario el guía, era para visitar un par de cascadas que estaban en la selva, lo demás se podía conocer con simplemente seguir las acotaciones. Todos los servicios eran caros, y ese día especialmente yo me sentía muy tacaño, entonces me puse a negociar arduamente con un niño de origen “Chol” quién consultaba en su diálecto a sus amigos, después de un rato un lúcido intercambio de intereses decidimos que me llevaría a las cascadas por veinte pesos y además tendría que prestarle mi ipod para que escuchara música en el camino. Luego de jugar al oro y los espejitos me condujo por verdas entre la selva hasta que llegamos. El sitio donde estaba la pequeña cascada era muy tranquilo, no había nadie más, entonces aproveché para desayunar ahí unos sandwich de atún y jugar al antropólogo entrevistando al niño y preguntándole cómo decían ciertas palabras en su diálecto, todo lo registre con una usb que tenía para grabar audio. De regreso encontré a un guardabosques y le dije que si también hablaba Chol, me dijo que él directamente hablaba maya, le comenté mi interés por saber sobre su cultura y me dijo que se sabía de memoria algunos poemas y oraciones, que si me interesaba el tenía su descanso a las 15:30 hrs. en la entrada al parque, y que ahí tendría más tiempo de compartirme lo que sabia, después de ponernos de acuerdo continué mi recorrido por la zona que era fascinante.

Desde las pirámides, los templos, los palacios, hasta las plazas. La zona es muy amplia y tardé toda la mañana en recorrerla y eso que se supone que nada más al descubierto esta el 5% de lo que fue la antigua ciudad, el resto esta enterrado en la selva. En especial me llamó mucho la atención el templo del conde, a simple vista parecía una pirámide normal con la escalinata frontal que lleva hasta la cima, sin embargo cuando me acerqué, había unos niños jugando ahí y me dijeron: escucha al pajarito, hecho eso aplaudieron y de las escalinatas ¡reboto el sonido de un ave! La cosa me pareció como de otro mundo, una obra de arte de la acústica natural del timbre. Note que dependiendo de la palmada se podían lograr sonidos con diferentes alturas, es decir graves o agudos, se podía hacer música con aquello, he escuchado de muchos tipos de instrumentistas pero ¿Cómo llamar a las personas que hacen música con pirámides?.

Cuando sentí satisfecha mi curiosidad de experimentar con aquello, regresé a una parte de la zona con caminos estrechos, puentes de madera y cubierto de árboles. De pronto -se acercaron dos sujetos con rasgos indígenas, eran vendedores de recuerditos y me fije que tenían pintados los ojos y caminaban muy amanerados. De repente uno me vio y me dijo con una voz muy afeminada:

-Hola joven, lleva tus signos mayas en un talismán, tengo de todo el año.

El producto me pareció novedoso y además parecía muy barato, le dije:

-¿Cuánto?- a lo que respondió.
-Diez pesos pero cinco para los guapos.

Seguido de eso me guiñó el ojo.

-No, no qué paso yo no le hago a eso compa, ¿dijiste 5 pesos? (no tengo que recordarles que ese día me sentía muy tacaño).

-Así essss... tú dime las fechassss y yo te doy el sssigno.

Para quitármelo de encima lo primero que dije fue, a ver mi novia es cáncer ¿qué signo le corresponde?. Me enseñó el correspondiente y me explicó el significado, y así fue haciendo con un par más que le pedí.

Después de comprar algunos para los amigos y amigas de las cuales recordaba sus fechas de nacimiento, por curiosidad le pedí el mió:

-Haber cuál soy yo soy del 18 de diciembre.
-Eres el Yax, el sol nuevo, un signo fuerte y lleno de vigor, ardiente... (Imaginen la línea con un tono de estilista barato)
-Qué pedo yo no soy joto, ¿Cuánto es de estos?

Sacado de onda por lo bizarro de la situación le pagué y me fui de ahí, sin embargo de rato me di cuenta que me seguían a donde caminaba y me lanzaban unas miradas muy hostigantes, la situación se estaba volviendo muy molesta y de pronto vi que un par de chavas pasaron frente a mi, una de ellas por cierto no estaba de mal ver, entonces preferí aprovechar la situación, me acerqué y les dije algo como:

-¿Disculpen chicas, les incomoda si las acompaño? Es que el wey que vende los horóscopos me viene acosando.

Las chicas eran de Puebla y venían de vacaciones con su mamá, las acompañe a una cafetería que estaba al aire libre, mientras nosotros nos sentábamos en unas bancas, la señora fue a comprar su comida, cuando regresó muy amablemente me compró una torta y un refresco, estuvimos cotorreando un rato, me invitaron a un bar en la noche, (supongo que mi sex appeal de mochilero fachozo y sudoroso me daba muchos puntos ese día) les dije que no podía puesto que partiría a Campeche ese mismo día al anochecer, luego cuando dieron las 3, me despedí para ir a entrevistar al guardabosques. Tuve que recorrer los 3 km de regreso hasta la entrada, cuando llegué me estaba esperando. La conversación fue muy interesante, me platico sobre su cultura y sus costumbres, grabó unos poemas y unas oraciones en su dialecto y después me explicaba en español lo querían decir, me recomendó que si estaba interesado en conocer más sobre los mayas, fuera a alguna comunidad de la selva lacandona, me dijo:

-Mi gente esta muy orgullosa de sus raíces, seguro estarán contentos de mostrarte lo que somos, ahí si quieres puedes aprender maya, nuestros oficios y nuestras tradiciones.

Agradecido por la amena charla, me despedí pues aún me faltaba visitar el museo. Ya llevaba un buen tramo recorrido, cuando de pronto, de entre las hierbas, salió un Bato de unos veintitantos años, sin playera y con un desarmador en la mano me dijo:

- A ¿dónde vas wey?
- A chingao ¿Cómo que a dónde voy?

Su físico era muy peculiar, era muy delgado y tenía un estómago pronunciado, llevaba una bermuda gris, no se veía tan amenazante como los perros de la mañana.

- Sí a ¿Dónde vas?
- Al museo, me mando el Doctor Goméz por unas cosas a la entrada y se las traigo de regreso.
- A cabrón pos eres estudiante o qué pedo.
- Sí, vengo a hacer mis prácticas.
- ¿De México?
- Simon, de la escuela de antropología de la U.N.A.M. ¿Porqué? ¿Tú quién eres?¿o qué pedo?
- No nadie we, nada mas preguntaba, no hay pedo pásale.

Se dió media vuelta y se metió por donde vino, me esperé un rato para ver que en verdad se fuera, mostrarme seguro, un tanto de suerte y pretexto tonto me habían salvado de salir mal librado de ahí o sin dinero. Seguí hasta el museo donde aproveché para comprar libros y discos sobre las culturas en Chiapas y Oaxaca. Con el museo había terminado mi recorrido, ahora sólo quedaba volver a subir los dos km por mi equipaje y efectivamente eso mismo hice. Para el regreso pregunté por los camioncitos, cobraban diez pesos hasta el pueblo. Tomé uno y aproveché el resto de la tarde para vagar un par de horas por el pueblito, comer y regresar a la central para esperar mi camión que llegaría en la noche, ahí para matar el tiempo me puse a tocar algo de flamenco en la guitarra, una pareja de extrajeros (Del país vasco, según por lo que se podía apreciar en su guía de “Mexiko” y la chamarra del hombre que decía Euskadi.) encantados se acercaron a poner dinero en la funda de mi instrumento, sin embargo un guardia molestó se acercó y me dijo que no se podía pedir dinero ahí, le contesté que no estaba pidiendo si no practicando, la pareja apenada se disculpó y se sentaron cerca, platiqué una media hora con ellos hasta que llegó su autobús, y así muy satisfecho, pasé el resto de la tarde leyendo cómodamente el “”popol vuh” y tomando café de maquina.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Místico sur II

Como seres humanos el sufrimiento es algo ineludible. Durante nuestras vidas tenemos experiencias que nos van marcando, y aunque no lo parezca, todo se va acumulando en los lugares más recónditos de nuestra conciencia, así nos vamos condicionando: llenándonos de temores, tristezas, amarguras, resentimientos y lo peor del caso, poco a poco nos vamos privando de ser libres y felices, nos convertimos en prisioneros de nosotros mismos.

Místico sur parte II "La purificación"


"Plou en el teu cor i prou, sense pressa ni repòs."(J.M.Serrat)
("Llueve en tu corazón y en ningún otro sitio, sin prisa ni reposo".)


Todo se había desatado en Zipolite. Después de ese día, pasé un placentero fin de semana en las playas de Huatulco junto a mis amigos y compañeros de viaje, en apariencia todo era inmejorable, el hospedaje, los lugares, el ambiente, la comida y lo mejor, todo por unos cuantos pesos diarios. Sin embargo la tormenta había despertado sensaciones que no podía callar, después de meditarlo tome la decisión de continuar el viaje completamente solo. Y así fue, con un brindis en vasos de plástico y un económico vino chileno, me despedí de mis amigos el lunes a media noche para viajar a mi siguiente destino, San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

La escala en Tuxtla hizo que mi arribo fuera por ahí de las 11 de la mañana, al salir de la central de autobuses comencé a ser invadido por una nostalgia profunda que ignore en un principio, el calor seco y mi abundante equipaje hacían que mi prioridad fuera buscar hospedaje, camine hacía donde me indicaron era la zona céntrica, pregunté en algunos lugares hasta que un hostal con un largo y fresco patio me convenció. Entré a mi pequeña habitación que tenía lo suficiente, una cama, una mesa y una ventana con vista al a un pasillo, en la que al menos entraba algo de luz, acomode mi equipaje, saque una lata de atún y me puse a desayunar.

De pronto me sentí completamente solo, la nostalgia empezó a crecer hasta convertirse en una melancolía angustiante, nunca me había sentido de esa forma, extrañado tome algo de dinero y salí a intentar distraerme caminando por la ciudad. El estilo colonial del lugar, era muy diferente a lo que conocía, por decirlo de alguna manera, me parecía un tanto más rural. La diversidad de personas saltaba a la vista, Indígenas con sus tradicionales atuendos, turistas “gringos” con su clásica bermuda y costosa cámara, extranjeros por cuyo español y tes quemada podía juzgar que vivían en la ciudad, “hippies” que vendían collares etc. Y aunque el espectáculo de diversidad cultural en otras circunstancias lo hubiera juzgado de fascinante, en ese momento y sin saber porque, mi estado emocional era cada vez más abrumador.

Pasé por un centro de salud y me sorprendió ver el número de personas que había afuera esperando ser atendidas, según podía ver, la mayoría eran de bajos recursos, madres con niños llorando, hombres adultos de tes morena, rasgos indígenas y con los ropajes sucios, casi todas las personas ahí lucían agotadas, quién sabe cuanto tiempo llevarían esperando. La esquina del centro de salud colindaba con un pequeño parque y mientras desviaba mi rumbo hacia lo que parecía un mercado, escuche una conversación entre una señora y un médico:

-Oiga pero es que mi marido esta muy malo.

-Lo siento mucho pero tenemos órdenes de atender puros casos de influenza. Replicó el médico en un tono firme con cierta amabilidad.

-Pero entonces qué puedo hacer- dijo la señora en un tono desesperado.

-Mire le recomiendo que lo traiga y se vengan lo más humildemente vestidos que se pueda…


En ese momento ambos advirtieron que yo estaba escuchando y continuaron la conversación en un dialecto del cual no hice ni el más mínimo esfuerzo en entender. Y sin tener la mayor pretensión de hacerlo, comprobé que lo que se decía en las noticias sobre Chiapas y la influenza, era cierto, al menos en apariencia, el tono del doctor distaba mucho de argumentar algún pretexto para no atender enfermos.

Entré al mercado que en su mayoría contenía souvenirs y “artesanías” de la ciudad, los cuales para mi decepción eran una agresión a la identidad cultural chiapaneca, entre los más comunes había llaveritos con el calendario azteca con la leyenda: San Cristóbal de las casas México, otros menos obvios eran exactamente iguales a los productos que habíamos visto en Oaxaca, en fin, había poco en ese lugar que me llamara la atención en especial por mi incomodo estado de introspección, salí del mercado y continué con mi azarosa ruta.

Caminé hasta llegar a la calle “Real Guadalupe” que recordaba por un par de pláticas, vire a mi derecha, la calle era larga y terminaba en un pequeño monte pronunciado sobre el que se en encontraba una iglesia. En ese instante fue más mi profunda melancolía la que llevó hacía el templo que mi interés por visitarlo y conocer su arquitectura, pasé por varias cuadras hasta llegar a la escalinata que conducía al templo, la imagen me hizo recordar montmartre más por el pronunciado ángulo de subida que por otra cosa. Al llegar a la cima escuche que dentro del recinto se pronunciaban unas plegarias en un dialecto a mi parecer extraño, al entrar curiosamente me persigne, costumbre que tenía de niño y al hacerlo sentí de inmediato un clima frío y húmedo, caminé observando el lugar hasta llegar a la altura del sagrario y me senté en una banca. Justo a mi derecha adorando al “santísimo” estaba una familia indígena, la abuela de rodillas dirigía las plegarias, junto a ella con el rostro casi en el suelo y apoyado contra las manos, estaban la madre con sus hijos y atrás el padre quien permanecía de pie. Me sorprendió la profunda devoción con la que la familia entera se entregaba a ese acto casi místico, esas plegarias que repetían una y otra vez, de alguna forma parecían aliviar el dolor que había en mi sentir, calmaban esa tristeza que me abrumaba sin causa aparente, cerré los ojos e intente entender más allá de las palabras la Fe que practicaban esas personas, una devoción que parecía tener tanto sentido, que hacía que mi falta de creencias luciera más como una arrogancia y un capricho de la juventud, y es que la inefabilidad de cualquier acto de profunda emoción, siempre será difícilmente captado por el uso de la razón. Habrían pasado unos diez minutos cuando de repente escuche a alguien entrar en el lugar, era una chica extranjera, camino hasta la altura en que yo me encontraba y se sentó en la fila de enfrente, miraba con atención el lugar, era muy bonita, tenía el cabello rubio y lacio, ojos grandes de azul muy vivo, nariz respingada, boca pequeña y sutiles labios, vestía toda de mezclilla con unos botines negros, extrañamente a pesar del clima, sus rasgos me hacían suponer que era europea muy probablemente del norte. Miró a la familia con un asombro distinto al mió, y después me vio e hizo una sonrisa disimulada, de alguna forma ambos éramos cómplices y extraños de aquel ritual. Pasaron unos minutos, se puso de pie y recorrió el templo para después salir del lugar. Yo me encontraba un poco más tranquilo, después el largo rezó terminó, la anciana sacó de su rebozo una foto de una niña pequeña, la pasó entre las rendijas, tomó una veladora y la encendió, la señora joven quien quizá era la madre de la pequeña, estaba envuelta en llanto.

Me puse de pie y salí del lugar con el mayor respeto posible, frente a mí tenía una admirable vista de San Cristóbal digna de cualquier paisajista, intentaba salir de mi marasmo emocional observando la ciudad colonial con sus típicas casas con techos de teja, de repente escuche una voz, era la chica de hacía un momento, me preguntaba en un inglés pausado que si sabía de alguna tienda donde vendieran postales, de inmediato recordé que me habían recomendado el mercado de Santo Domingo para comprar artesanías y le dije que de postales no tenía idea, pero que podía llevarla a un mercado donde podría obtener artículos de primera, ella accedió con gusto.

Regresamos conversando por toda la calle de “Real Guadalupe”, efectivamente estaba en lo cierto, era Sueca, viajaba con su familia y según recuerdo se llamaba Anneli, al llegar a la esquina donde vire a la derecha pregunté por el mercado, estaba a tres cuadras, llegamos sin mayor inconveniente, ella era de conversación agradable y ambos aprovechamos para comprar los encargos que teníamos, máscaras de madera, collares, piedras como el jade entre otras cosas. Después de intercambiar “mails” ella regresó a su hotel donde se vería con su familia, yo me quedé solo para enfrentar lo inevitable y regresé a mi hostal, antes de entrar a mi habitación ya estaba invadido por una angustia incontenible, al cerrar la puerta me senté en el piso me recargue en la cama y todo aquel sufrimiento que había acumulado hasta ese momento de mi vida calló sobre mí, las imágenes eran muy claras, las sombrías y solitarias tardes de mi niñez, los problemas familiares, las decepciones amorosas, todo en ese mismo momento hacía que el tiempo fuera tan despacio, me sentía agobiado, era una catarsis a gran escala, incluso pequeños detalles que había olvidado eran tan vívidos, pasaron varias horas y cada vez entraba menos luz por la ventana, un par de sofocadas lágrimas salieron de mis ojos, todo podía parar ahí, sin embargo no debía hacerlo, no si quería librarme de todo de una vez por todas, no sé en qué momento me quede dormido. Desperté y era de noche, al parecer todo había terminado, me levanté, encendí la luz y comencé a empacar lo poco que había fuera, debía dejar ese lugar con todo el peso simbólico que ahora tenía, una vez que terminé de acomodar, dejé las cosas en la mesa, antes de irme quería dar una vuelta y mirar la ciudad de noche, eso hice, regrese por mi equipaje y fui directo a la central de autobuses, eran probablemente las 11:30 p.m. y el clima se había tornado agradable, observe los destinos de la ADO en el tablero, había muchas opciones, entre ellas la ciudad de Guatemala, caminé a la taquilla y espere mi turno.

-Buenas noches- mencioné

-Buenas- dijo el boletero con tono cortante.

-Uno a Palenque por favor.

-Son ochenta pesos, su camión llega en media hora.

martes, 9 de marzo de 2010

Místico Sur

Al terminar la Universidad, un grupo reducido de buenos amigos y yo decidimos errar sin rumbo alguno y guiados por el azar emprendimos un viaje hacia el sur del país. Estoy casi seguro y sin temor a equivocarme que todos buscábamos algo más que diversión, de cierta forma se percibía en todos nosotros ese espíritu implacable al que no le basta simplemente seguir con la dirección que la vida va marcando, no podíamos seguir así, no sin antes encontrar respuestas, o al menos hacer un sendero intentándolo. Ahí comenzó una nueva etapa de mi vida, una etapa en la que tendría que atar los cabos que por descuido había dejado sueltos…


Místico sur Parte I "El despertar"


“El hombre busca y busca y no encuentra nada, hasta que abandona la búsqueda, y la respuesta viene por sí sola.” Proverbio Zen.


Habíamos pasado la tarde entera en la ínfima “playita del amor”, aledaña a Zipolite Oaxaca, famosa por su ambiente liberal y su carácter nudista. Diferente a lo que pensaba, despojarse de las ropas es una experiencia de lo más inocente y pueril que pueda haber, de cierto modo es como volver a la infancia para jugar con las olas, sin mayor implicación que ser libre de toda culpa y vergüenza.

La marea comenzó a subir y debimos escalar un gran peñasco para volver a Zipolite y conseguir un sitio donde pasar la noche. Las banderillas rojas hacían más que evidentes los torbellinos de agua que azotaban la bahía, el cielo estaba sofocado por un extraño color grisáceo en las nubes que anunciaban una fuerte tormenta que quizá llegaría de noche, en la que, y no lo sabríamos hasta la mañana siguiente, habrían de morir tres personas ahogadas.

Cansados de tratar con lugareños a los cuales les encanta estafar a los turistas, nos hicimos de un desolado terreno de arena y pusimos nuestra tienda de campaña, no sin antes haber comprado una típica y económica comida de “mochileros” y unas cuantas cervezas para condimentar la conversación. Ya entrada la noche, me percaté de que las nubes sobre la playa habían desaparecido, no obstante una esporádica lluvia había dado comienzo sobre el mar, me era difícil concentrarme en la charla, así que decidí alejarme a una distancia considerable de nuestro improvisado campamento y me senté sobre la arena a una distancia apenas justa para que el agua turbia y fría no pudiera alcanzarme.

Mire a mi derecha y a unos escasos doscientos metros, había una palapa en la que algunos extranjeros bailaban canciones de Bob Marley, detrás de ellos a una distancia considerable alcancé a divisar como un par de viajeros se divertían haciendo figuras con “cadenas de fuego” sobre el viento.

Poco después cerré los ojos y me puse a reflexionar, y ahí estaba, taciturno, en ese rincón del sur, intentando entender la vida con esas respuestas que pretendían dar todos aquellos libros que había leído hasta ese entonces, buscaba dar algo de coherencia a algunos conceptos que tenía en mente sin lograr llegar a algún sitio. De pronto una fuerte brisa llamó mi atención y abrí los ojos, el mar se agitaba imprevisiblemente, después, un destello de luz atravesó el cielo y una fuerte tormenta comenzó, terminando con la poca calma del lugar.

Aunque la lluvia torrencial no había tocado la playa, decidí dejar de lado los vagos razonamientos que hasta entonces habían sido del todo inútiles y me dedique a observar. Estaba ante un espectáculo natural de lo más asombroso, sobre el mar, el cielo era iluminado por incesantes relámpagos y truenos que azotaban la inmensa y misteriosa masa de agua que estaba ante mí, las olas perdieron el curso habitual y el agua atravesaba la costa de norte a sur, como si el puño del viento incontenible arrancará las mismísimas entrañas del océano estrellando torrentes contra los peñascos, el ruido era ensordecedor, parecía imposible que en las oscuras profundidades hubiera vida capaz de resistirse a semejante fuerza, de pronto un extraño impulso me hizo caminar sobre el mar que inundaba la arena tempestuosamente, perdí el miedo a la tormenta, parecía que la ira del mundo quisiera decirme algo, yo estaba dispuesto a escuchar, el agua llegaba a mis rodillas y no tardó en rebasar mi cintura, avancé hasta que me era difícil luchar contra esa imponente corriente, sólo deseaba seguir caminando, intente ir más rápido pero apenas podía equilibrarme, de pronto me pareció que el tiempo se había detenido y me quedé inmóvil, mis sentidos se habían agudizado, el agua estaba helada y de pronto sin esperar nada llegó la respuesta: comenzaron a brotar todos esos sentimientos que en mí dormían y que había olvidado.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Física y Literatura: Un par de nociones sobre el Universo.

"If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is, infinite.” (William Blake)

¿Quién no se ha maravillado al contemplar una noche estrellada? ¿O quién no se ha deleitado con simplemente estar ante el “Mathob” o “luz de luna” como lo llamarían los árabes?

Parece ser que el asombro ante el cosmos es una de las más antiguas y místicas sensaciones que experimenta el ser humano, y ante tal experiencia, ha buscado explicar, ensayar y narrar explicaciones sobre esta inmensidad llamada Universo. Por lo tanto aprovecharé las siguientes líneas para abordar un par de nociones elegantes, la primera proveniente de la física moderna (Alexander Friedmann), la segunda plasmada en un relato literario de sorprendente brevedad (Jorge Luis Borges), ambas muy interesantes y con muchos puntos de vista en común. Aclarando de antemano, que este escrito no pretende más que ser un espacio para la curiosidad y que las ideas que abordaré sobre la física las he leído de palabras, pervirtiendo su poético e irrefutable estado original: el de las ecuaciones y los números.

Antecedentes a la propuesta de Friedmann.

Han habido tantas versiones del Universo como el número hombres que han pisado esta tierra, sin embargo desde los albores de la modernidad, un pensamiento se ha vuelto hegemónico en cuanto a la descripción del comportamiento de la materia: La ciencia. Esta situación nada tiene de fortuita, pues es bien sabido que la base del conocimiento científico consiste en empirismo puro: algo no puede ser ley si no es probado como un fenómeno infalible. Y quizá la ciencia que más aportaciones y avances ha tenido es la física moderna, que partió con las observaciones de Copérnico y Galileo sobre los astros rompiendo así muchos paradigmas tachados en la actualidad como viles supersticiones, no obstante habrá que considerar que para el sentido común no es fácil aceptar la idea de que la tierra es redonda, se mueve y gira alrededor de una estrella llamada sol.

Sin más preámbulo podemos decir que existen dos conceptos o dimensiones que han sido indispensables en la descripción del Universo: El espacio y el tiempo. Ambos fueron considerados constantes invariables y absolutos, hasta el desarrollo del trabajo de dos de los más importantes físicos de la historia: Isaac Newton, quien probó que no existe un punto absoluto en el espacio y Einstein quien postuló que el tiempo es relativo, así estas ideas modificaron por completo la manera a como se concebía al Universo puesto que antes de ellas, se creía que era estático. Partiendo desde este punto podemos ocuparnos en explicar la primera de las nociones, la del matemático y físico ruso: Alexander Friedmann.

De acuerdo con Stephen Hawking, Friedmann hizo dos suposiciones: “que el universo parece el mismo desde cualquier dirección desde la que se le observe, y que ello también sería cierto si se le observara desde cualquier otro lugar.” A pesar de que esta idea fue rechazada en un principio, una investigación hecha en los laboratorios de “Bell Telephone” por Arnio Penzas y Robert Wilson demostró que las suposiciones estaban en lo correcto. En dicho experimento se probó un detector de microondas muy sensible, mismo que detectaba una señal de ruido provocada por una radiación constante en todo lugar y toda hora, lo cual llevó a determinar que dicha radiación provenía de más allá del sistema solar y por lo tanto era una constante, “De hecho, sabemos que la radiación debe haber viajado hasta nosotros a través de la mayor parte del universo observable, y dado que parece ser la misma en todas las direcciones, el universo debe también ser el mismo en todas las direcciones, por lo menos a gran escala” (Hawking, 1987).


Si la suposiciones de Friedman resultarán verdaderas, estaríamos hablando de un Universo infinito (o en expansión como prefieren creer algunas teorías), y al pensar en ello no puedo evitar hacer primera comparación con cierta máxima de Borges: “Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo”.

Los tres modelos de Friedmann.

Friedmann creó tres modelos del Universo que pudieran ser coherentes con las suposiciones que postulo anteriormente. 

En el primer modelo “el universo se expande lo suficientemente lento como para que la atracción gravitatoria entre las diferentes galaxias sea capaz de frenar y finalmente detener la expansión. Las galaxias entonces se empiezan a acercar las unas a las otras y el universo se contrae”. (Hawking, 1987) Esta versión coincide de forma fascinante, como lo veremos más adelante con la elegante visión del gran Bibliotecario Argentino.

El segundo y tercer modelos a diferencia del primero continúan siempre en expansión, el segundo de forma más acelerada y el tercero con apenas el movimiento suficiente para no colapsarse.

La principal diferencia entre los tres modelos es que el primero resulta ser finito a diferencia de los otros dos. El Universo tiene un inicio y se expande hasta llegar a un límite dominado por la fuerza de gravedad entre las galaxias, de esta forma comienza una contracción hasta quedar en su estado original.

Obviamente los otros dos modelos, son infinitos, pues el Universo se expande indefinidamente a través del tiempo y el espacio sin límite alguno. La ciencia aún no ha podido determinar cual de los tres modelos es el más adecuado a la realidad, no obstante los tres se apoyan en la teoría del big bang para explicar su surgimiento.

Es curioso como incluso las teorías físicas más prominentes conciban la idea de un principio del universo o “singularidad” como lo llaman los científicos, quienes mencionan que dicha singularidad esta más allá de la comprensión de las leyes del espacio y el tiempo, un fenómeno sin explicación que dio origen a la totalidad de las galaxias. ¿Será esta una explicación válida, o simplemente es una salida fácil a las limitaciones actuales del conocimiento?. 



La visión matemática de la literatura.

“- Mi querido amigo - intervino Burkel -, ahora está hablando usted más como un matemático que como un filósofo. ¿Cómo puede toda la literatura posible, incluida la del futuro, caber en un número finito de libros?”. (Lasswitz).

A principios del siglo XX un filosofo, matemático y literato alemán llamado Kurd Lasswitz, publicó un relato de ficción titulado “La biblioteca Universal” en el que denotaba una desbordante creatividad en cuanto a una visión matemática de la literatura.

El relato esta planteado como un diálogo entre principalmente dos interlocutores quienes discuten que muy difícilmente puede escribirse sobre temas nuevos, a pesar de la exorbitante forma en que puedan abordarse, aún así se trate de poesía, literatura o filosofía. 

La idea parte de que aunque en apariencia la mente humana es ilimitada, esta necesita del lenguaje para poder expresar pensamientos y dicho lenguaje puede ser reducido a una cantidad específica de caracteres fonéticos (letras) las cuales tienen un número finito de combinaciones. Por lo tanto los pensamientos también son limitados y cuantificables en cuanto a su número de combinaciones.

El profesor Wallhausen quien es el personaje que propone hacer la estimación, propone que 100 caracteres fonéticos, son suficientes para expresar cualquier idioma. Y que cualquier idea puede ser bien explicada en unas 500 páginas, con 40 líneas por página y 50 caracteres por línea. De esta forma puede calcularse de manera exponencial el número de libros posibles, tanto los que han sido escritos, como los que se escribirán, así también los que no tengan sentido. El primer libro de esta biblioteca universal será un compendio de 500 páginas llenas de espacios en blanco, el segundo de igual forma, pero al final contendrá una letra A y así sucesivamente. De esta forma se podría encontrar en un libro algunas líneas de Shakespeare seguido de falacias sin sentido o letras al azar. La idea como se habrán dado cuenta es sorprendente, matemáticamente podría escribirse la literatura y de acuerdo con Lasswitz, el número de libros posible sería: cien elevado a la millonésima potencia. Y bien ¿Qué tiene que ver este original escrito con la configuración del Universo?.

La ambiciosa y elegante propuesta de Borges.

En 1941 Borges publicó entre otros, un pequeño relato de ficción titulado como “La biblioteca de Babel”, en el retomó la idea de “La biblioteca Universal” de Lasswitz, pero llevándola hasta los límites: dicha biblioteca sería la metáfora perfecta del Universo.

La primer diferencia consiste en ligeras diferencias del cálculo exponencial de dicha biblioteca, esta se limita a un total de 25 caracteres, “cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro”. Con además la condición de que cada libro fuese único sin repetirse. 

Gran parte de este fantástico y fascinante relato trata sobre la vana búsqueda por parte del hombre para entender tal biblioteca, formada no solamente por el sentido sino también por la total y aparente incoherencia generada por el azar. 

Pero no es sino hasta el último párrafo, el cual me tomo la libertad de transcribir completo, donde se encuentra quizá una de las descripciones más poéticas y más convincentes sobre la configuración del universo que se hayan escrito: 

“Acabo de escribir infinita (La biblioteca o universo). No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden)”. 

La propuesta de Borges es alucinante: un número mínimo de elementos con una combinación exorbitante y limitada, repitiéndose con periodicidad infinita a través del tiempo. ¿Será que este hombre, en un fragmento de ficción haya descifrado la configuración misma del Universo y su realidad?.


Similitudes entre las dos perspectivas.

Como se habrán dado cuenta el primer modelo de Friedmann y la descripción de Borges en “La biblioteca de Babel” compaginan perfectamente. Supongamos que esos 25 signos fonéticos de la biblioteca, son los elementos más básicos a los cuales puede reducirse la materia, por decirlo de una forma el estado primigenio conocido como Big Bang. Posteriormente la gran explosión comenzaría esa expansión formando el Universo con todas las combinaciones posibles de sus elementos, llegando hasta un limite debido a su cualidad finita, y así comenzar la contracción de los elementos. 

Aún la versión de Friedmann es inconclusa, puesto que propone un inicio y un fin del universo, pero no dice que hay antes o después de este. La idea de un principio y un final quizá tenga su origen en la vida y la muerte del hombre, así para el sentido común resulta inconcebible la noción de lo infinito. Borges parece tener la respuesta, no hay principio ni fin del tiempo, de esta forma el proceso del que hablamos anteriormente se repite una y otra vez sin cesar, como un ciclo eterno e interminable.

Esa sería la explicación en el supuesto de qué el Universo fuera como el primer modelo de Friedmann, sin embargo ¿Qué pasaría si fuera como los otros dos? Es decir que el Universo nunca se contraiga y se encuentre en expansión infinita.

La respuesta estaría en los elementos básicos del Universo, en vez de ser como las letras y tener una combinación limitada, el espacio estaría formado por algo más similar a los números, algo con cualidad de infinito. Validando así la frase célebre de Galileo: “Las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el Universo".

Si fuera así ¿Cómo reducir los números que son infinitos a elementos básicos?. La solución a este planteamiento se encuentra en un Teorema matemático elaborado por el italiano Giuseppe Peano. 

El teorema resume toda matemática a tres ideas primitivas: cero, número y sucesor y 5 proposiciones:

1.-"0 es un número",
2.-"el sucesor de todo número es un número",
3.-"dos números diferentes— no tienen el mismo sucesor",
4.-"0 no es el sucesor de ningún número",
5.- y la propiedad inductiva.

De esta breve manera se puede concebir los números que son infinitos, en unas cuantas líneas, siendo estos la metáfora perfecta para los elementos básicos en los otros dos modelos de Friedmann sobre el Universo.

A pesar de su naturaleza distinta, tanto la propuesta Científica de Friedmann como la Ficción Literaria de Borges, ofrecen visiones muy interesantes y parecidas entre sí, sobre la forma en como esta constituido nuestro Universo, y así intentan resolver muchos de los cuestionamientos que casi cada persona se hace al mirar las estrellas.

Si el tiempo es un ciclo y el azar es generoso, pasarán miles de millones de años antes de que vuelva a vivir este mismo instante, y pasarán apenas contados momentos, para que usted, mi estimado lector, vuelva a leer estas líneas.



Bibliografía para consultar curiosidades:

“Historia del tiempo”- Stephen Hawking, 1987.
http://www.librosmaravillosos.com/historiatiempo/index.html

“Introducción a la filosofía Matemática”- Bertrand Russell -1918- Edición impresa de publicaciones Aguilar 1956.

“La Biblioteca Universal”- Kurd Lasswitz 1901.

“La Biblioteca de Babel”- Publicado en Ficciones- Jorge Luis Borges 1944.

“El Libro de Arena”- Jorge Luis Borges 1975.

“La matemática biblioteca de Babel” de Claudio Salpeter link: http://www.temakel.com/artborgesbabel.htm

“Borges y sus precursores” Antonio Fernández en Letras Libres: http://www.letraslibres.com/index.php?art=13976

Diccionario de la Real Academia de la Lengua española en línea:
http://www.rae.es/rae.html

Y Wikipedia… http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada

jueves, 4 de febrero de 2010

Lúcidas Madrugadas

Dicen que soñamos cuando privamos a nuestros sentidos, de esa forma viajamos a otros mundos en nuestro interior, partimos cuando la vista se nubla en la oscuridad y el oído se funde en el silencio. Yo más insensato y quizá más libre, en plena noche he intentado lo contrario, soñar despierto, así he buscado la luz en la oscuridad y escuchado la música que produce tan místico silencio. Cuando la noche calla, me habla brindando lúcidas madrugadas que brillan ante mi ser. Dios creo la luz del día para percibir el maravilloso aroma de lo vivo, para sentir en el rostro la cálida brisa del mundo, pero también nos dejó la noche, intacta, oscura y callada, para que así, en medio de la nada, nos ilumine con un fragmento de infinito.