martes, 9 de marzo de 2010

Místico Sur

Al terminar la Universidad, un grupo reducido de buenos amigos y yo decidimos errar sin rumbo alguno y guiados por el azar emprendimos un viaje hacia el sur del país. Estoy casi seguro y sin temor a equivocarme que todos buscábamos algo más que diversión, de cierta forma se percibía en todos nosotros ese espíritu implacable al que no le basta simplemente seguir con la dirección que la vida va marcando, no podíamos seguir así, no sin antes encontrar respuestas, o al menos hacer un sendero intentándolo. Ahí comenzó una nueva etapa de mi vida, una etapa en la que tendría que atar los cabos que por descuido había dejado sueltos…


Místico sur Parte I "El despertar"


“El hombre busca y busca y no encuentra nada, hasta que abandona la búsqueda, y la respuesta viene por sí sola.” Proverbio Zen.


Habíamos pasado la tarde entera en la ínfima “playita del amor”, aledaña a Zipolite Oaxaca, famosa por su ambiente liberal y su carácter nudista. Diferente a lo que pensaba, despojarse de las ropas es una experiencia de lo más inocente y pueril que pueda haber, de cierto modo es como volver a la infancia para jugar con las olas, sin mayor implicación que ser libre de toda culpa y vergüenza.

La marea comenzó a subir y debimos escalar un gran peñasco para volver a Zipolite y conseguir un sitio donde pasar la noche. Las banderillas rojas hacían más que evidentes los torbellinos de agua que azotaban la bahía, el cielo estaba sofocado por un extraño color grisáceo en las nubes que anunciaban una fuerte tormenta que quizá llegaría de noche, en la que, y no lo sabríamos hasta la mañana siguiente, habrían de morir tres personas ahogadas.

Cansados de tratar con lugareños a los cuales les encanta estafar a los turistas, nos hicimos de un desolado terreno de arena y pusimos nuestra tienda de campaña, no sin antes haber comprado una típica y económica comida de “mochileros” y unas cuantas cervezas para condimentar la conversación. Ya entrada la noche, me percaté de que las nubes sobre la playa habían desaparecido, no obstante una esporádica lluvia había dado comienzo sobre el mar, me era difícil concentrarme en la charla, así que decidí alejarme a una distancia considerable de nuestro improvisado campamento y me senté sobre la arena a una distancia apenas justa para que el agua turbia y fría no pudiera alcanzarme.

Mire a mi derecha y a unos escasos doscientos metros, había una palapa en la que algunos extranjeros bailaban canciones de Bob Marley, detrás de ellos a una distancia considerable alcancé a divisar como un par de viajeros se divertían haciendo figuras con “cadenas de fuego” sobre el viento.

Poco después cerré los ojos y me puse a reflexionar, y ahí estaba, taciturno, en ese rincón del sur, intentando entender la vida con esas respuestas que pretendían dar todos aquellos libros que había leído hasta ese entonces, buscaba dar algo de coherencia a algunos conceptos que tenía en mente sin lograr llegar a algún sitio. De pronto una fuerte brisa llamó mi atención y abrí los ojos, el mar se agitaba imprevisiblemente, después, un destello de luz atravesó el cielo y una fuerte tormenta comenzó, terminando con la poca calma del lugar.

Aunque la lluvia torrencial no había tocado la playa, decidí dejar de lado los vagos razonamientos que hasta entonces habían sido del todo inútiles y me dedique a observar. Estaba ante un espectáculo natural de lo más asombroso, sobre el mar, el cielo era iluminado por incesantes relámpagos y truenos que azotaban la inmensa y misteriosa masa de agua que estaba ante mí, las olas perdieron el curso habitual y el agua atravesaba la costa de norte a sur, como si el puño del viento incontenible arrancará las mismísimas entrañas del océano estrellando torrentes contra los peñascos, el ruido era ensordecedor, parecía imposible que en las oscuras profundidades hubiera vida capaz de resistirse a semejante fuerza, de pronto un extraño impulso me hizo caminar sobre el mar que inundaba la arena tempestuosamente, perdí el miedo a la tormenta, parecía que la ira del mundo quisiera decirme algo, yo estaba dispuesto a escuchar, el agua llegaba a mis rodillas y no tardó en rebasar mi cintura, avancé hasta que me era difícil luchar contra esa imponente corriente, sólo deseaba seguir caminando, intente ir más rápido pero apenas podía equilibrarme, de pronto me pareció que el tiempo se había detenido y me quedé inmóvil, mis sentidos se habían agudizado, el agua estaba helada y de pronto sin esperar nada llegó la respuesta: comenzaron a brotar todos esos sentimientos que en mí dormían y que había olvidado.

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